Si hay algo que caracteriza a un político es la ambición. Es dudoso encontrar a uno que no la tenga. No obstante hay cosas que nunca debe perder de vista. Básicamente son tres: mimar a sus bases, no ir en contra de las ideas de las bases y sus conceptos éticos y morales y, finalmente pero no por último, movilizarlas y tener capacidad para ello.
En los últimos días Alberto Ruiz Gallardón, alcalde de Madrid, ha revuelto el patio de su partido. Faltando a su palabra, por mucho que el diga, ha vuelto a mostrar sus ambiciones no de ser el nº 2 de su partido por Madrid, sino de ser el sustituto de su jefe. No otra es su ambición. Pero tal y como ha demostrado no ha mimado a sus bases (las del PP) pues constatemente las insulta hacienco cosas contrarias a las que mayoritariamente quieren. No comulga con sus ideas, pues constantemente favorece grupos y grupúsculos opuestos a ellos y es apoyado por los que se oponen a lo que piensan. Y finalmente no las moviliza, pues cuando ha buscado cargos electos en su partido, simplemente ha sido barrido. Es extraño por tanto, que su partido lo siga manteniendo. Ni siquiera el argumento de tirón electoral es válido pues Jose María Álvarez del Manzano sacaba más votos. Entonces ¿por qué?. Quizá para tenerlo vigilado e impedir que sea el Hamilton que jorobe a Rajoy-Alonso.
En todo caso en estos días ha logrado perjudicar notablemente a su partido, pues en lugar de hablar de los problemas del p$oe en Navarra y del follón de las infraestructuras en Cataluña se habla de él y de su partido. Esperemos que tomen buena nota y no repitan el error de Baleares donde la candidatura de una notoria nacionalista catalana en las listas del PP provocó que ¡¡5000!! votantes tacharan su nombre, anulando sus votos y provocando la pérdida de la mayoría absoluta del PP. ¿Cuantos perderían con Gallardón? ¿los suficientes para no tener mayoría absoluta? ¿Es eso lo que se busca?
Hasta la vista y a por ellos. Son pocos, cobardes y además no tienen razón.
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