viernes, 26 de septiembre de 2008

De gafes y meigas

Servidor es medio gallego y desde muy pequeño había oído eso de que “las meigas no existen, pero haberla haylas”. Algo de eso debe haber y los romanos, muy prácticos, ya tomaban sus medidas. Cuando Publio Quintillo Varo en el 9 a. C. se las arregló para que los Queruscos acabaran con él y sus tres legiones –la XVII, XVIII y XIX- los numerales de las legiones destruidas nunca volvieron a ser usados, pese a que las águilas de las mismas habían sido recuperadas. Sabios los chicos.

Viene esto a cuento de que en ocasiones hay gente o nombres que traen mal fario, vamos que son gafes. Todavía recuerdo las hazañas de cierto político, cuyo nombre es mejor no mentar, y que alguna dio la vuelta al mundo. En concreto la botadura de la nao Victoria, que dio la vuelta nada más tocar el agua. Fue divertido ver a Curro y todos los que estaban a bordo nadando. Menos mal que había poco agua. Pero eso no fue nada comparado con el incendio de un puente… de hormigón. No pregunten como puede arder el hormigón, pero ardió. El remate fue su apoyo a un dirigente político. Su ascenso fue meteórico, así como su final. Lo gracioso del asunto es que todavía sigue en política y al parecer con perspectivas. Espero que se quede mucho tiempo donde está.

Los militares no escapan a esto y, a diferencia de los romanos, caen en el error. Durante la batalla de Jutlandia la Segunda Escuadra de Cruceros de Batalla británica fue literalmente borrada de la faz de la tierra por sus contrapartes germanos. La fuerza estaba al mando de Sir Horace Hood. En 1921 se entregó a la Royal Navy el Crucero de Batalla Hood, bautizado así en honor de un almirante del siglo XVII, pero el destino no entiende, y en el 41 voló a manos del Bismarck. Pero esta no es la única metedura de pata y los alemanes tuvieron la idea de bautizar Blücher a uno de sus cruceros pesados, igual que uno que fue hundido por los ingleses en el 15. Bueno pues a éste lo hundieron los noruegos a las primeras de cambio. ¿Casualidad? Es posible, pero los españoles también tenemos esa tendencia. A principios del siglo pasado se construyeron tres acorazados para nuestra flota. A algún “listo” se le ocurrió la idea de bautizar a la serie como España. Bien, el primero de la serie, el España, embarrancó el 26 de agosto del 23 en cabo Tres Forcas y se perdió. El segundo fue bautizado como Alfonso XIII ¡¡¡y le tocó el gordo de Navidad!!!, pero su suerte acabó con la República que le cambió el nombre y le puso… España. El 18 de Julio del 36 cayó en manos de los sublevados que rápidamente lo usaron, para acabar hundido por una mina PROPIA el 30 de abril del 37. En cuanto al tercero, el Jaime I, languideció y al final se perdió por una explosión interna. Hay muy pocos a los que se le ocurra poner el nombre de la propia nación a un barco. Es muy arriesgado, pero a una clase completa… hay que tener narices.

¿Y todo esto para qué? Pues bien, este Presidente que la divina providencia nos ha enviado cual plaga egipcia ha dicho que la banca española está fuerte como un Roble, sana como una pera y, vistos sus antecedentes, (apoyo a Kerry, constitución europea, Segolen Royale, Schroeder… todos los cuales perdieron) más nos vale rezar.

Otro día más.
A por ellos. Son pocos, cobardes y además no tienen razón.

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