sábado, 27 de septiembre de 2008

Faroles

No, no me refiero al poker. Me refiero a una historia de los chinos. Cuentan que, hace tiempo, un emperador chino decidió que los médicos señalaran el número de pacientes muertos con faroles en la entrada de su consulta. Pasado el tiempo se encontró mal, y mandó que buscaran al mejor médico de Pekín. Buscaron por la ciudad y al final encontraron uno que sólo tenía un farol en la entrada. Lo llevaron a Palacio y allí lo alabó el emperador sobre lo buen médico que era. El pobre, completamente asustado, le dijo: "es que he empezado esta mañana".
No se sabe como acabó el incauto en cuestión, pero indica algo que todavía existe: una sana, y plenamente justificada, desconfianza hacia aquellos que en teoría nos curan, pero en la práctica... bueno lo mejor es mantenerse lo más alejados posible de ellos. Y eso que aparentemente las cosas han mejorado desde los chinos, pero no así las personas.
Lo primero que sucede cuando caes en sus manos es que de pronto, dejas de ser persona y te conviertes en una especie de... digamos experimento. Prácticamente pierdes tu ser, para convertirte en un pedazo de carne a la que cortar, trinchar y atiborrar a drogas cuya eficacia, en ocasiones, no es mejor que la de los curanderos africanos. Eso si no te dan una diarrea tremebunda con la que encima ni siquiera te libras del mal. Lo peor es que caigas en sus manos en verano. Entonces no estan los titulares, que estan de vacaciones, no, ¡¡estan los suplentes!! Eso si no han recortado plantillas, entonces puedes con ir con una apendicitis en julio y con suerte te dan fecha para octubre, porque dicen que son simples flatulencia, o nervios, o cualquier otra cosa que se le ocurra. Entretanto alla te las compongas. Pero los titulares son también para nota. En muchas ocasiones te abren, estan unas cuantas horas trasteando dentro de ti, con toda tu familia angustiada (pero ¿no le iban a quitar un callo? si llevan ya cinco horas), tu notando que la anestesia se acaba... y luego no te dicen ni mu, ni a la victima ni a los familiares. Bueno, si te lo dicen al día siguiente y cogiéndolos por las orejas (experiencia personal reciente), y encima les sienta mal.
Pero eso no es todo. Si por desgracia tienes que ir a parar a urgencias, lo primero que te pasa es que con, un cólico nefrítico por ejemplo, te estén pidiendo el número de la Seguridad Social (le pasó a un amigo mío), eso si no vas inconsciente y te meten en un box y como no vaya tu familia, y en ocasiones aunque vaya, te tengan dos días ahí hasta que te suben a planta después de que algún médico se ha dignado a verte. O bien se enteran que el tratamiento que le estaban dando a tu familiar era el incorrecto y de urgencias a San Pedro (el familiar de una amiga). Por supuesto los médicos de guardia, están de guardia, pero amigo ¡¡¡tienen camas para echarse a dormir!!! ¿dónde cojones se ha visto que alguien que está de guardia se eche a dormir?, en efecto: los médicos de los hospitales y si son jefes de servicio o adjuntos más todavía (los galones ahí valen más que en el ejército). Y ni se os ocurra despertarlos porque alguien tenga la mala idea de querer morirse. La sarta de bufidos, insultos y blasfemias son dignas de un oficial de caballería de la vieja escuela. Si el desgraciado se muere... mala suerte. Ya le echaremos la culpa a alguna (o algún) ATS, auxiliar o a la mujer de la limpieza. Porque esa es otra. Se habla del corporativismo de jueces, pero el de los médicos no es corporativismo, ni mucho menos. Casi parece como si el juramento hipocrático (jura... ¿qué? dirá alguno) fuera en realidad una especie de iniciación mafiosa, porque no hay manera de que un médico haga un informe que comprometa a otro. Ni siquiera los forenses de los tribunales, claro que incluso ellos acaban en sus manos y quien sabe... .
Vamos que por si las moscas solo me acercare a un hospital atado y privado del sentido. Me encanta la vida y tengo muchas cosas por ver. No vaya a ser que me toque un médico digno de una peli de Groucho Marx y que encima haya leido esto.
Otro día más.
A por ellos. Son pocos, cobardes y además no tienen razón.

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